martes, 21 de diciembre de 2010

LA RESTAURACIÓN RELIGIOSA AUGUSTEA. EL CULTO IMPERIAL.


En el relato oficial (1) que dejó Augusto de su vida pública se considera “restaurador” de la religión nacional.
En el año 44 a. C. Cuando Octaviano, el hijo adoptivo de César apareció en la escena política, nada hacía predecir el destino del futuro Augusto, el hombre fuerte parecía ser Antonio, pero la ascensión política de Octaviano es lo que le permitirá, de manera progresiva, asumir la iniciativa religiosa. En ese sentido, hay que destacar tres períodos:
1- Del 44 al 31 a.C., Octaviano se comporta como el fiel heredero de César. Así en el 44, celebró a sus expensas las fiestas en honor de Venus Genetrix. No era Octaviano como César un aristócrata de vieja casta, hastiado, innovador, con una imaginación audaz y precipitada, sino un joven bastante débil, perteneciente a una burguesía municipal conservadora, vulnerable a pequeñas supersticiones, crédulo ante los sueños, sensible ante los auspicios y las creencias astrológicas. Y con una formación helénica muy profunda: intentó iniciarse en los misterios de Eleusis. Fuerzas religiosas tan diferentes no podían determinar, en principio, una política religiosa coherente.

2- Del 31 al 12 a. C., la política religiosa de Octaviano se hizo más personal. La postura de Antonio, que aceptaba en Egipto los ritos orientalistas obligó a Octavio a organizar una propaganda ultranacional, a proteger los cultos romanos y luchar contra todo tipo de exotismo. Pero todavía hay influencia griega en su política religiosa. Es entonces cuando el jefe del estado romano otorga un lugar oficial a Apolo en el Palatino –28 a.C.-, a quien atribuye la mayor parte del mérito de la victoria de Actium. En el 27 adquiere un prestigio religioso sin igual, recibiendo el nombre de Augustus por decisión del senado. Y en el 17 a.C. celebra los Juegos Seculares, que se sitúan bajo los auspicios de Apolo y Diana.

3- En el 12 a.C. a la muerte de Lépido se convirtió en Pontifex Maximus, esta elección marcó la última oscilación de su política religiosa. A partir de entonces su actitud tomó un tono resueltamente nacional, como señor del Occidente, tomó conciencia de una unidad italiana regida por las estructuras espirituales de Roma y cuya responsabilidad asumía él personalmente. Emprenderá la restauración de los templos nacionales (restauró 82) y la recuperación moral de la población. Como pontífice, augur y quindecénviro, no dejó de revalorizar los sacerdocios: Roma, después de 75 años volvió a tener un flamen de Júpiter, y el rey de los sacrificios recuperó su importancia teórica. Revitalizó los colegios y las cofradías como los feciales , los salios, los titii y los arvales. De esta formase iba convirtiendo en promotor de lo sagrado en la vida nacional y con ello ganaba un prestigio religioso para su persona.

Es difícil concretar en qué medida estas restauraciones formales lograron resucitar la antigua mentalidad religiosa. Hubo ciertos momentos de verdadero fervor como en la revalorización sacra de los combates de gladiadores tanto en ciertos homenajes funerarios –a Agripina- como en el caso de una expiación de un incendio en el Foro, pero no se puede generalizar un eco afectivo profundo, pero, por lo menos, las acciones de Augusto tranquilizan los espíritus desconcertados por las guerras.
Su restauración religiosa se basa en los ejemplos de los antepasados, por lo que la conciencia religiosa, lo espiritual, no tenía puesto en esta ideología: la antigua religión no había tenido vinculaciones con una ética.
Pero la política religiosa de Augusto tuvo dos defectos importantes:
1.-La restauración religiosa de Augusto se declara contraria a los cultos orientales. Cuando Roma estaba destinada a hacerse cada vez más cosmopolita y convertirse en capital de Occidente y Oriente él intentaba frenar la tendencia que desde hacía siglos había convertido a la ciudad en un centro receptor de cultos, como si servir a un dios extranjero fuese tan peligroso para el poder establecido como las prácticas de magia.
2.-La política religiosa de Augusto apenas se había preocupado de las nuevas necesidades espirituales y afectivas que inquietaban a población romana. Con sus reformas intentaba impedir una tendencia o proceso natural.


EL CULTO IMPERIAL


Es evidente que Augusto vinculó la religión romana a su persona, la mansión imperial se convirtió en el centro de la administración religiosa romana.
Como consecuencia del fin de las Guerras civiles se infiltra en la mentalidad latina la idea de un soberano salvador (filántropo, decían los griegos. El político se presenta como un “dios entre los hombres”, esta idea aparece en Roma a partir de César. Se trata de la sobrehumanización: el título de Padre de la Patria que recibió Augusto en el 2 a.C., le confería el prestigio de un fundador, de un nuevo Eneas o Rómulo y, como éstos eran dioses, se le destinaba la misma gloria. Ensalzado sin cesar por sus constantes éxitos, Augusto llega a aparecer como el agente del destino “Fatum” que había permitido la muerte de César con la única intención de provocar la muerte de su hijo. Augusto no pasó de este límite de sobrehumanización, rehusó tener un templo en Roma y sólo permitió que le rindieran culto en las provincias, pues en los antiguos reinos helenísticos la heroización de personas vivas era corriente tiempo atrás.
Augusto supo reanimar el culto a las abstracciones divinizadas como Fides, características de la antigua religión romana, pero les añadió un epíteto de referencia imperial: Fortuna Augusta, Clementia Augusta, Iustitia Augusta, Pietas Augusta. Pax Augusta estaba entre este cortejo de divinidades, todavía hoy subsiste junto al Tíber, cerca del mausoleo de Augusto que antaño estaba coronado por la estatua del emperador, el Ara Pacis Augustae, fiel imagen del arte y de la religión de la era augústea (2) .
Además supo orientar el fervor popular hacia su persona sin escandalizar las costumbres romanas: se inspiró en la vieja costumbre itálica de honrar al Genius del padre de familia en cada hogar permitiendo al pueblo venerar a su propio Genius rodeado de los Lares compitales. En el 7 a.C. creó 265 "collegia Compitalia" encargados de mantener ese culto. Desde entonces la plebe de Roma podía ver en cada cruce los dos lares compitales rodeando la figurilla del Genius Augusti.(Genio de Augusto). De este modo, la idea de una divinización de la persona imperial se convirtió en un hecho más familiar para los romanos.
Se constituye una mística político - religiosa según la cual, el príncipe reinante es el representante de Júpiter sobre la tierra.
Augusto tiene un instinto muy certero acerca de la mentalidad romana que triunfó donde Julio César había fracasado: supo conseguir que las gentes de su tiempo aceptasen una mística imperial. Fundó esta teología sobre una ética: situado bajo la autoridad directa de Júpiter, el emperador estaba sujeto y debía respetar los deberes de su cargo. Solo así conseguiría la Apoteosis, el mal emperador sería castigado con la Damnatio memoriae (el olvido). Para Augusto se inaugura el ritual de "paso a la divinidad" o Apothéosis:de la pira funeraria consagrada por la procesión circular de los sacerdotes se hizo salir un águila como si llevase a los cielos el alma del príncipe.
Augusto convertido en dios tuvo su propio flámen, su colegio religioso los Sodales Augustales y su culto. Su nombre fue invocado entre los de los dioses, inmediatamente después de la Tríada Capitolina.

(1)Las Res Gestae Divi Augusti. Encontradas por primera vez en el s.XVIII, al realizar unas excavaciones en una Mezquita de Ankara, y encontrar en las paredes de un templo romano anterior unas inscripciones.
(2)Todavía hoy subsiste junto al Tíber, cerca del Mausoleo de Augusto. Aparece la representación de las Vestales, las víctimas para los sacrificios acompañadas de sus victimarios, miembros de la casa de Augusto, sacerdotes, magistrados, Flámines mayores, senadores. También personajes míticos como Eneas.

Agenda clásica (http://www.amuprolag.es/materiales.htm)