sábado, 17 de octubre de 2009

¿Qué sabes sobre Hipatia de Alejandría?




Bibliografía



Las principales fuentes que se ocupan del asesinato de Hipatia, son:
Sócrates Escolástico, Historia Ecclesiastica, libro VII, capítulos 13 a 15. Ed. online (en inglés).
Filostorgio, Historia Ecclesiastica, libro VIII, capítulo 9.
Juan Malalas, Chronographia, capítulo 14.
Juan de Nikiû, Chronica, 84.87-103.
Sinesio de Cirene (1993). Himnos. Tratados. Introducción, traducción y notas de F. A. García Romero. Madrid: Editorial Gredos. ISBN 978-84-249-1627-5.
– (1995). Cartas. Intr., trad. y notas de F. A. García Romero. Rev.: C. Serrano Aybar. Madrid: Editorial Gredos. ISBN 978-84-249-1682-4.
La enciclopedia Suda, en la voz correspondiente a Hipatia
(Ypsilon 166).
¿QUÉ DICEN LAS FUENTES ANTIGUAS?

1. “Epistolae Synesii Cyrenensis” (en “Patrologiae Graecae”). Sinesio de Cirene, discipulo de HIPATIA, después Obispo de Tolemaida (411, 370-415), Cristiano y neoplatónico, en una época cuando el cristianismo y el neoplatonismo se consideraban rivales (hoy se cree que el pensamiento neoplatónico ha penetrado en el cristianismo). En una de sus cartas pide a Hipatia que proporcione referencias en dos obras suyas, en otra le pide que construya para él un “hydroscopio”, para afrontar su enfermedad, en otra (De Dono Astrolabii) parece que había diseñado un astrolabio con la ayuda de HIPATIA.Sinesio muestra respeto, admiración y adoración por su maestra. Además constituye el eco más cercano y fidedigno del pensamiento de HIPATIA.
2. Inscripción del libro III de Teón “Comentarios sobre el Almagesto de Tolomeo”. Hay una indicación de que una fórmula de cálculo era una invención de su hija.
3. Sócrates Escolástico, historiador eclesiastico del s V (Historia Eclesiástica), que da informacion sobre el fondo, los antecedentes políticos y la muerte de HIPATIA, criticando su asesinato por los cristianos.
4. La Crónica de Ioannis, Obispo de Nikiu (690 dC), donde el obispo copto habla a favor del Patriarca Cirilo y glorifica la muerte de Hipatia. Es la única fuente que expresa desaprobación por la filósofa.5. Suida (o Suidas o Suidae) Léxicon: el artículo sobre Hipatia se basa en manuscritos de siglos anteriores que dan diferentes opciones y contienen datos contradictoria. Aquí se refieren como obras de HIPATIA los Comentarios sobre las Crónicas de Apolonio, los Comentarios a la Aritmética de Diofanto, el astrolabio plano.Hay pocas fuentes más que no ofrezcan más aclaraciones (Philostorgius, historiador eclesiástico Ariano, contemporáneo de HIPATIA, la Crónica de Ioannis Malalas, historiador de s VI, “Chronographia” de Teófanes, con las fechas incorrectas).


Obras modernas
Blázquez Martínez, José María (2004). «Sinesio de Cirene, intelectual. La escuela de Hypatia en Alejandría» Gerión. n.º 22.1.
Blázquez Martínez, José María (2008). «La violencia religiosa cristiana en la Historia Eclesiástica de Sócrates durante el gobierno de Teodosio II y en la Historia Eclesiástica de Teodoreto de Cirro» Gerión. n.º 26.1.
Boulnois, Marie-Odile (1994). «Le paradoxe trinitaire chez Cyrille d'Alexandrie. Herméneutique, analyses philosophiques et argumentation théologique.» París: Collections des Études Agustiniennes; Série Antiquité, 143.. ISBN 2-85121-146-3.
Casado Ruiz de Loizaga, María José (2006). Las damas del laboratorio: mujeres científicas en la historia. Madrid: Debate. ISBN 978-84-8306-688-1.
Casals, Xavier (2009). «Hipatia. El asesinato que conmovió Alejandría» Clío: Revista de historia. n.º 96. ISSN 1579-3532.
Dzielska, María (2004 (3ª edición 2009)). Hipatia de Alejandría. Madrid: Siruela. ISBN 978-84-9841-327-4.
Escolar Sobrino, Hipólito (2001 (3ª edición 2003)). La biblioteca de Alejandría. Madrid: Gredos. ISBN 978-84-249-2294-8.
Fernández, Gonzalo (1985). «La muerte de Hipatia» Erytheia. n.º 6/2.
Gaddis, Michael (2005). There Is No Crime for Those Who Have Christ. UCP: Berkeley y Los Ángeles. ISBN 0-520-24104-5.
Gómez de Liaño, Ignacio (2008). Hipatia, Bruno, Villamediana. Madrid: Siruela. Colección Libros del Tiempo 261.. ISBN 978-84-9841-012-9.
Haas, Christopher (2006). Alexandria in Late Antiquity: Topography and Social Conflict. Baltimore: JHUP. ISBN 978-0-8018-5377-7.
Martínez Maza, Celia (2009). Hipatia: la estremecedora historia de la última gran filósofa de la antigüedad. Madrid: La Esfera de los Libros. ISBN 978-84-9734-824-9.
Norman Russell, Cyril (2000). Cyril of Alexandria. Londres: Routledge.. ISBN 978-0-415-18251-5.
Posadas, Juan Luis (2002). «Hipatia de Alejandría» Revista de arqueología. Vol. año 23, nº 257, pp. 34-39. ISSN 0212-0062.
Rist, J.M. (1965). «Hypatia» Phoenix. n.º 19.
Russell, Dora (Trad. Eduardo Viñuela) (2005). Hipatia. Mujer y conocimiento. Oviedo: Krk. ISBN 978-84-96476-44-8.

La Sibila de Cumas en Roma


Una de las leyendas relacionadas con Tarquino el Soberbio nos habla de los libros Sibilinos custodiados por los viri sacris faciundis.
Según la tradición, estos libros contenían las profecías de las Sibilas, y constituyen una curiosa excepción en una religión que desconfía sistemáticamente de la “revelación” y que es sumamente hostil a las profecías.
Narra la leyenda que una anciana de aspecto misterioso se presentó ante el rey Tarquinio el Soberbio: se trataba de la Sibila de Cumas
La anciana pedió un elevado precio por nueve libros que ofreció al monarca, pero el rey burlándose de ella se negó a pagarla. La anciana quemó tres, y pidió el mismo precio por los seis restantes.
De nuevo el rey se negó y la anciana quemó otros tres.
Finalmente, bien por la curiosidad que despertó en él, bien por consejo de los augures, compró los tres libros restantes,  al mismo precio marcado al principio por los nueve.

Se colocaron los oráculos en un cofre de piedra y se situaron en un subterráneo del templo de Júpiter capitolino. Para su custodia se crearon los duoviri sacris faciundis.  En el 367 a.C. se amplió el número de miembros a diez (decemviri), constituyéndose plenamente como colegio, y Sila amplió su número a quince (quindecenviri).
En el año 85 a.C., la colección se quemó durante el incendio del Capitolio, y se decretó enviar legaciones a diversos puntos de Italia, Gracia y Asia Menor en busca de profecías sibilinas para reestablecer el texto fatalis. Tras una investigación, se constituyó una serie de libros que Augusto depositó en el templo de Apolo palatino.
Se consideraba que estos libros contenían los secretos mediante los que el poderío romano podría extenderse y mantenerse. Pero su consulta no era libre ni dependía de la voluntad o los intereses de los decenviros: sólo podían ser consultados para la expiación de los prodigios, y proporcionaban a Roma eficaces rituales contra las consecuencias de fenómenos anormales o terribles (procuratio prodigiorum).
 En situaciones de este tipo, el Senado ordenaba la consulta de los Libros al colegio decenviral
Los decenviros buscaban la respuesta en los Libros y se la comunicaban al Senado, que se ocupaba de ponerla en práctica

martes, 3 de marzo de 2009

TEXTOS CULTO IMPERIAL




El culto imperial.

Bajo la denominación de culto imperial se incluye el conjunto de rituales religiosos realizados en honor del emperador romano y su familia. El objetivo principal de este culto era demostrar la superioridad del gobernante sobre los hombres mediante su adscripción a la esfera divina. Con todo, a pesar del nombre genérico empleado, los rituales relacionados con el emperador no constituyeron nunca un conjunto homogéneo y único al que se plegaban todos los habitantes del Imperio. La heterogeneidad fue la norma en la adoración a los emperadores y se mantuvo al menos hasta la adopción del cristianismo como fundamento ideológico y religioso del estado romano. El Culto Imperial se presenta así como un fenómeno complejo y multicausal susceptible de numerosos análisis y aproximaciones teóricas y metodológicas. Y, no obstante, la adoración de los gobernantes del Imperio romano también tuvo unas características comunes que permiten llevar a cabo un estudio global del mismo; un estudio que combina necesariamente una aproximación política y religiosa al fenómeno.

A continuación se presentan varios textos literarios con los que se pretende ilustrar esta diversidad y unidad definitoria de los rituales de adoración imperial

-El lider carismático: la ascendencia divina.

En la obra de Asclepiades de Mendes titulada Discusiones sobre los dioses leo que Acia [la madre de Augusto] acudió a media noche a una ceremonia solemne en honor de Apolo y que hizo depositar su litera dentro del templo, quedándose luego dormida mientras las demás matronas regresaban a casa; de súbito, se deslizó hasta ella una serpiente que se retiró poco después; al despertar, se purificó como si hubiese yacido con su marido, y al punto apareció en su cuerpo una mancha con figura de serpiente que no pudo borrar jamás y que la obligó a renunciar para siempre a los baños públicos; nueve meses más tarde nació Augusto, y por este motivo se le consideró hijo de Apolo (Suetonio, Vida de Augusto, 94, 3-4).

-El culto imperial según el modelo augústeo.

Octavio mientras tanto, además de organizar muchas cuestiones, ordenó que fuera erigido un templo en honor de Roma y de su padre César, al que denominó Héroe Julio, tanto en Éfeso como en Nicea, las dos ciudades más ilustres de Asia y Bitinia y ordenó a los ciudadanos romanos que habitaban allí a rendirle los honores debidos. Por otra parte, permitió a los extranjeros, llamados griegos, la erección de un templo en su honor: los asiáticos en Pérgamo y los bitinios en Nicomedia. Estos hechos, que comenzaron en este momento, se repitieron con otros emperadores, no sólo entre los griegos sino entre todas las poblaciones sometidas a Roma. [Sin embargo], ninguno de los emperadores que recibieron estos honores se atrevió a hacer una cosa parecida en Roma o en cualquier otra ciudad de Italia; a aquellos que habían gobernado bien se les tributo después de muertos honores divinos y fueron adorados en un templo como héroes (Dion Casio, Historia de Roma, 51.20.6-8).

-El emperador divinizado en Roma tras su muerte. El ejemplo de Augusto y Nerva.

Durante aquel tiempo [después de su muerte] lo proclamaron inmortal, le dedicaron sacerdotes y rituales sagrados, de los cuales encargaron a Livia como sacerdotisa oficial [...] Colocaron una estatua de oro en la que aparecía [Augusto] tumbado en un diván, en el templo de Marte y se le tributaron todos los honores que se le habían concedido a la otra estatua [a la de Marte]. Después se añadieron nuevas honras: su estatua no podía ser llevada en procesión al funeral de ningún ciudadano; los cónsules debían celebrar el aniversario de su nacimiento con juegos parecidos a los consagrados a Marte (Dión Casio, Historia de Roma, 56.46).

[A la muerte de Nerva] Tú [Trajano] le honraste primero con tus lágrimas, como cumple a un hijo, y luego con la erección de templos, pero no imitando a aquellos que hicieron lo mismo aunque con otra intención. Tiberio divinizó a Augusto pero para hacer acusaciones de lesa majestad; Nerón a Claudio, por burla; Tito a Vespasiano, Domiciano a Tito, pero aquél para parecer el hijo de un dios y éste el hermano. Tú, en cambio, llevaste a tu padre hasta las estrellas, no para aterrar a los ciudadanos, no para escarnio de las deidades, no para tu propia honra, sino porque estimas que es un dios [...] Tú, por más que le rindas culto con aras y tronos y un propio sacerdote, con nada le haces y demuestras que es dios que con ser como eres. Porque cuando un príncipe sucumbe al destino una vez asignado su sucesor, no hay más que una prueba absolutamente cierta de su divinidad: un sucesor virtuoso (Plinio el Joven, Panegírico a Trajano, 11 1-3).

-Los mismos honores concedidos a otros miembros de la familia imperial. El caso de Drusilla, la primera diva romana.

Drusila, que estaba casada con Marco Lépido, amigo y al mismo tiempo amante del emperador, era a su vez concubina de Gayo [en ambos casos, el autor se refiere a Calígula que, por lo tanto, era amante de su hermana y de su cuñado]. Cuando murió, su marido pronunció un elogio fúnebre en su honor, mientras que su hermano [el emperador Calígula] la honró con un funeral público [...] además de serle concedidos todos los honores decretados a Livia, también se decretó que fuera deificada, que se alzara en el Senado su estatua realizada en oro, y que en el templo de Venus en el foro se le dedicara una estatua de la misma magnificencia que la de la diosa y que se la adorara con los mismos honores; además, se votó que se le construyese una tumba personal [oikodomezes], que atenderían veinte sacerdotes, tanto hombres como mujeres [...] y finalmente, que en el día de su cumpleaños fueran celebradas fiestas similares a los Ludi Megalensi en los que el Senado y los caballeros participarían en un banquete. Desde ese momento recibió el nombre de Panthea y se la declaró digna de honores divinos en toda la ciudad (Dión Casio, Historia de Roma, 59.11).

-Transgresiones al modelo augústeo.

-Calígula, emperador y dios en vida.

Desde ese momento, [Calígula] comenzó a atribuirse la majestad divina; dio, pues, el encargo de que fueran traídas de Grecia las estatuas divinas más veneradas y artísticas, entre ellas la de Júpiter Olímpico, para quitarles la cabeza y ponerles la suya. Prolongó una parte de su palacio hasta el Foro y, tras haber transformado en vestíbulo el templo de Cástor y Pólux, se colocaba a menudo entre los divinos hermanos y se mostraba a los visitantes en el centro del grupo para que lo adoraran; algunos le saludaron incluso con el nombre de Júpiter Laciar. Creó asimismo un templo especial para su divinidad, y sacerdotes y víctimas rarísimas. En este templo se alzaba una imagen suya en oro, de tamaño natural, que cada día se cubría con una vestidura como la que él llevaba. Los ciudadanos más ricos se hacían sucesivamente con los cargos más altos de este sacerdocio mediante las mayores intrigas y las pujas más elevadas. Las víctimas eran flamencos, pavos reales, urogallos, pintadas y faisanes, que se inmolaban cada día por especies. Más aún, por la noche, cuando había luna llena y resplandeciente, la invitaba de continuo a venir a abrazarle y a compartir su lecho, y, durante el día, conversaba en secreto con Júpiter Capitolino (Suetonio, Vida de Calígula, 22, 2-4).

CEREMONIAS PÓSTUMAS PARA SEPTIMIO SEVERO

Es costumbre entre los romanos deificar a los emperadores que han muerto, dejando a sus hijos como sucesores. Esta ceremonia recibe el nombre de apoteosis. Por toda la ciudad aparecen muestras de luto en combinación con fiestas y ceremonias religiosas. Entierran el cuerpo del emperador muerto al modo del resto de los hombres, aunque con un funeral fastuoso. Pero luego modelan una imagen de cera, enteramente igual al muerto y la colocan sobre un enorme lecho de marfil cubierto con ropas doradas, que es expuesto en alto en el atrio de palacio. La imagen refleja la palidez de un hombre enfermo. El lecho está rodeado de gente la mayor parte del día. El senado en pleno se sitúa en el lado izquierdo, vestidos con mantos negros; en el derecho están todas las mujeres a quienes la dignidad de sus maridos o padres hace partícipes de este alto honor. Ninguna de ellas lleva oro ni luce collares, sino que, vestidas de blanco y sin adornos, ofrecen una imagen de dolor. Esta ceremonia se cumple durante siete días. Cada día los médicos acuden y se acercan al lecho, simulando que examinan al enfermo, y cada día anuncian que va peor. Luego, cuando ven que ha muerto, los miembros más nobles del orden ecuestre y jóvenes escogidos del orden senatorial levantan el lecho, lo llevan por la Vía Sacra, y lo exponen en el foro antiguo, en el sitio donde los magistrados romanos renuncian a sus cargos. A ambos lados se levantan unos estrados dispuestos en gradas; en un lado se encuentra un coro de niños de familias nobles y patricias, y en el opuesto hay uno de mujeres de elevado rango. Cada coro entona himnos y cantos en honor del muerto, interpretados en un ritmo solemne y lamentoso. A continuación vuelven a levantar en andas el fúnebre lecho y lo llevan fuera de la ciudad, al Campo de Marte, donde han erigido, en el lugar más abierto, una construcción cuadrada sin otro material que enormes maderos ensamblados en un armazón a modo de casa. En su interior está completamente llena de leña, y por fuera está decorada con tapices tejidos en oro, estatuillas de marfil y pinturas diversas. Sobre este cuerpo se levanta otro, semejante en forma y decoración, pero más pequeño y con ventanas y puertas abiertas. Luego hay, un tercero y un cuarto, siempre el de encima menor que el de debajo hasta que se llega al último, el más pequeño de todos. La forma de esta construcción es comparable a las torres de luces que hay en los puertos, cuyo fuego orienta de noche las naves hacia fondeaderos seguros; son las torres normalmente conocidas con el nombre de faros. Suben luego el féretro y lo colocan en el segundo compartimento. Esparcen entonces todo tipo de inciensos y perfumes de la tierra y vuelcan montones de frutos, hierbas y jugos aromáticos. No es posible encontrar ningún pueblo ni ciudad ni particular de cierta alcurnia y categoría que no envíe con afán de distinguirse estos dones postreros en honor del emperador. Cuando se ha apilado un enorme montón de productos aromáticos y todo el lugar se ha llenado de perfumes, tiene lugar una cabalgata en torno de la pira, y todo el orden ecuestre cabalga en círculo, en una formación que evoluciona siguiendo el ritmo de una danza pírrica. También giran unos carros en una formación semejante, con sus aurigas vestidos con togas bordadas en púrpura. En los carros van imágenes con las mascaras de ilustres generales y emperadores romanos. Cumplidas estas ceremonias, el sucesor del imperio coge una antorcha y la aplica a la torre, y los restantes encienden el fuego por todo el derredor de la pira. El fuego prende fácilmente y todo arde sin dificultad por la gran cantidad de leña y de productos aromáticos acumulados. Luego, desde el más pequeño y último de los pisos, como desde una almena, un águila es soltada para que se remonte hacia el cielo con el fuego. Los romanos creen que lleva el alma del emperador desde la tierra hasta el cielo. Y a partir de esta ceremonia es venerado con el resto de los dioses.

Herodiano, Historia del Imperio Romano después de Marco Aurelio, IV 2, traducción de Juan José Torres, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1985.

RELIGIÓN EN LA ENEIDA


Cuando Octavio, que había penetrado victorioso en Alejandría tras derrotar a Antonio y Cleopatra regresó a Roma en el 29 a.C., era ya el gobernante único del pueblo romano. La posesión del poder, sin embargo, no le basta y quiere rodearse de una mística que lo justifique y legitime ante sus contemporáneos y ante la historia. Los poetas de la época serán los encargados de realizar esta tarea y Virgilio el poeta mas identificado con los proyectos de Augusto, compuso una epopeya (género literario que tenía como protagonistas a los héroes y a los dioses)destinada a perpetuarlo, La Eneida es una obra caleidoscópica: según la faceta desde la que nos acerquemos ofreces puntos de vista muy diferentes y campos de estudio diversos y variadísimos:

Es un poema épico destinado a cantar las glorias presentes y pasadas de Roma,

Es también un panegírico destinado a legitimar el poder absoluto que Augusto comenzaba a ejercer en la antigua república romana,

Pero, por encima de todo, la Eneida es un poema religioso donde se defiende la idea de la existencia de un poder divino que dirige inexorablemente el destino de los mortales. Virgilio transforma una epopeya en una aventura espiritual: Júpiter condenó la vieja Troya y a la vez es el garante de la resurrección de una nueva Troya y el encargado de llevar a cabo esta misión es Eneas, después de superar una lista interminable de pruebas y de expiar la culpa que ocasionó el abandono del favor divino. Por eso el epíteto elegido para calificar a Eneas será el de “Pius”, la piedad es la virtud que garantiza la obtención del favor de los dioses.

Los dioses olímpicos, mayores y menores influyen constantemente en las acciones humanas. Es un rasgo de la épica que Virgilio toma de Homero ( Júpiter, Venus, Juno, Mercurio, Cupido aparecen con los atributos clásicos) a pesar de que el aspecto antropomórfico de las divinidades olímpicas es una convención que en la Roma de Virgilio ya no era aceptada.Sin embargo, Virgilio no quiere prescindir de la riqueza poética que aportan los Olímpicos, la mitología proporciona a Virgilio el elemento maravilloso de lo épico, indispensable para el argumento literario, tanto que, a menudo, el poeta parece utiliza la mitología con valor meramente decorativo.

Es cierto que en la Eneida aparecen unidos elementos mitológicos propios del género épico que se remontan a Homero junto con elementos de la religión tradicional de los romanos: pero el politeísmo virgiliano es diferente al de Homero, sobre todo en lo que respecta a las figuras de Júpiter y Venus, Mientras que Zeus homérico está sometido al destino Júpiter es el destino, la Venus virgiliana, aunque no exenta de belleza es una figura eminentemente maternal y aparece con la dignidad que corresponde a la madre de la nueva dinastía que culminará con la familia Julia.

En cuanto al comportamiento religioso de los personajes de la Eneida se realiza según las convenciones religiosas de un contemporáneo de Virgilio:

-Auspicios y prodigios, elemento característico de la religión romana aparecen con frecuencia.

-Sacrificios según el rito romano: Los sacrificios son el acto central de cualquier liturgia en Roma, el celebrante ( es decir, el sacerdote, pues quien realiza actos de culto) expresa a través del gesto y la palabra el solemne homenaje a la divinidad

-Invocación a los dioses propiamente romanos como Vesta, Jano, conceptos abstractos divinizados como Fama, Pudor, los Penates, los Manes…etc.

Bonnefoi, I., Diccionario de las mitologías, vol. III, destino, Barcelona, 1997, pp.388-389.

Historia de la Literatura Clásica, vol. II, Gredos , Madrid, 1989, p.399.

Scheid, J., La religión en Roma, Trad. esp. Madrid, 1992.

Agenda clásica (http://www.amuprolag.es/materiales.htm)