sábado, 17 de octubre de 2009
La Sibila de Cumas en Roma
Una de las leyendas relacionadas con Tarquino el Soberbio nos habla de los libros Sibilinos custodiados por los viri sacris faciundis.
Según la tradición, estos libros contenían las profecías de las Sibilas, y constituyen una curiosa excepción en una religión que desconfía sistemáticamente de la “revelación” y que es sumamente hostil a las profecías.
Narra la leyenda que una anciana de aspecto misterioso se presentó ante el rey Tarquinio el Soberbio: se trataba de la Sibila de Cumas
La anciana pedió un elevado precio por nueve libros que ofreció al monarca, pero el rey burlándose de ella se negó a pagarla. La anciana quemó tres, y pidió el mismo precio por los seis restantes.
De nuevo el rey se negó y la anciana quemó otros tres.
Finalmente, bien por la curiosidad que despertó en él, bien por consejo de los augures, compró los tres libros restantes, al mismo precio marcado al principio por los nueve.
Se colocaron los oráculos en un cofre de piedra y se situaron en un subterráneo del templo de Júpiter capitolino. Para su custodia se crearon los duoviri sacris faciundis. En el 367 a.C. se amplió el número de miembros a diez (decemviri), constituyéndose plenamente como colegio, y Sila amplió su número a quince (quindecenviri).
En el año 85 a.C., la colección se quemó durante el incendio del Capitolio, y se decretó enviar legaciones a diversos puntos de Italia, Gracia y Asia Menor en busca de profecías sibilinas para reestablecer el texto fatalis. Tras una investigación, se constituyó una serie de libros que Augusto depositó en el templo de Apolo palatino.
Se consideraba que estos libros contenían los secretos mediante los que el poderío romano podría extenderse y mantenerse. Pero su consulta no era libre ni dependía de la voluntad o los intereses de los decenviros: sólo podían ser consultados para la expiación de los prodigios, y proporcionaban a Roma eficaces rituales contra las consecuencias de fenómenos anormales o terribles (procuratio prodigiorum).
En situaciones de este tipo, el Senado ordenaba la consulta de los Libros al colegio decenviral
Los decenviros buscaban la respuesta en los Libros y se la comunicaban al Senado, que se ocupaba de ponerla en práctica
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